Al fin Keellan encontró a la desconocida. Fue acercándose a pedirla perdón, hasta que la vio dándose la vuelta sin ninguna golosina, chocándose de nuevo con él.
- Lo siento.- volvió a decir ella.
- No te preocupes. Esto... – Keellan se frotó el pelo con nerviosismo. Sí, era la primera vez que pedía perdón a alguien. No estaba en su temperamento disculparse con la gente, la cual era demasiada, a la que insultaba.- Siento haberte dicho eso antes.
Rose enfocó la mirada en la cara de Keellan, e, inesperadamente, le sonrió.
- Tranquilo. No pasa nada.- cuando él vio que se marchaba con las manos vacías, frunció el ceño.
- ¿Ibas a coger algo de la máquina?- ella se volvió. Hizo una mueca con los labios.
- Iba. Pero al parecer creo que han cambiado de lugar los sándwiches. Así que me temo que la señora Grahamm se va a quedar sin su aperitivo de la tarde.- comentó con pesadez.
- ¿Cómo...? ¿Es que no ves dónde están las cosas?- preguntó él, señalando a unas golosinas colocadas dentro de la máquina.- Los sándwiches están justo arriba del todo... – entonces cayó. Las pupilas dilatadas, el no verle cuando se chocó con él, que no sacara nada de la máquina expendedora... Ella era ciega.
- ¿Te importaría sacar la comida de ahí por mí?- preguntó Rose, con una tímida sonrisa. Él, boquiabierto aún, cogió él dinero que ella tenía en la mano, y lo metió en el hueco que ponía “INSERTE SUS MONEDAS AQUÍ”- Por cierto, me llamo Rose.
- Keellan.- se limitó a decir él como respuesta.- ¿De qué tipo de sándwich quieres que te de?
- Mixto.
Se produjo un largo silencio, algo incómodo, entre ambos. Keellan se reprendía mentalmente por haberla tratado así cuando ella era ciega. Es decir... si lo hubiera sabido antes no hubiera sido así de rudo con ella. Al menos se habría disculpado.
Mientras tanto ella se preguntaba si era uno de esos chicos a los que les obligan a asistir a la fuerza a trabajos para la comunidad. En los dos últimos años había oído que varios adolescentes problemáticos habían sido obligados a ayudar a los ancianos, limpiar las calles...
- ¿Y desde cuánto hace que no puedes... ya sabes?- interrogó Keellan, sorprendiéndola por unos momentos. Ella carraspeó.
- Eres un poco curioso, ¿no?- pero, de todas formas, le respondió.- Hace unos tres o cuatro años tuve un accidente de coche. Mi padre resultó gravemente herido, y yo... bueno, tuve varios cortes en la cara, brazos y piernas. La otra persona iba borracha, y colocada, no nos vio y... pum. Tres días después mi padre empeoró, y como yo estaba en el otro lado de la habitación recuperándome, los médicos dijeron que no pasaba nada si yo me quedaba mientras le hacían unas pruebas con una luz muy potente. Me advirtieron que no mirara, pero al oír a mi padre chillar, no pude evitarlo. La luz a la que nos expusieron era demasiado fuerte, y me produjo graves lesiones en la retina, dejándome ciega. La última visión que tuve fue una línea roja horizontal en el monitor cardiaco que había cerca de la cama de mi padre.- Rose respiró fuertemente.- Había muerto.
- Lo siento mucho. – dijo él, cabizbajo y culpable por haber sacado el tema.- Vaya mierda de vida... – añadió en voz baja.
- No lo creas.- contradijo ella, con una sonrisa.- El estar así hace que te des cuenta de todas las cosas de desaprovechaste cuando eras más joven, y valorar más las que tienes ahora.- eso le hizo sonreír.- ¿Y tú que haces aquí?- preguntó ella. Keellan frunció el ceño.- No es que no puedas estar aquí... – se apresuró ella a contestar.- Sino que mucha gente no viene aquí por placer.
- Es que me peleé con un chaval.- contestó, encogiéndose de hombros.- Y le di una paliza.
Ella se estremeció. O sea, que él era uno de esos matones que normalmente hay en los institutos, a los cuales si no les das la comida, te pegan y te tiran a la basura. La verdad no se esperaba eso; en un principio le había resultado amable, aunque no le pudiera ver.
Samantha, la madre de Rose, caminaba dando tumbos de un lado a otro de la habitación.
- Algún día tendrás que decírselo, cariño.- le previno John, su actual novio. Él la amaba, se le notaba en la cara, en el brillo de los ojos cada vez que hablaba con ella, en la anchura de su sonrisa cada vez que hablaba con ella, en los pensamientos que le conducían a quedarse al lado de esa mujer para siempre. Y, ahora mismo, estaban teniendo una muuy pequeña discusión. ¿Sobre qué? Su hija.
- Entiéndelo, John, no puedo hacerla esto. Perdió a su padre hace 3 años. Aún está recuperándose.
- Y tu perdiste a tu marido.- argumentó él.- Has sufrido lo mismo o más que ella. Y cuanto más tardemos en contárselo, más se enfadará.
- Lo sé. Pero no quiero que nuestra relación se termine por esto... – musitó Samantha, aletargada. John se acercó y la depositó un tierno y suave beso en los labios.
- Ella lo comprenderá. Por lo que me has estado hablando de ella, parece una muchacha muy dulce y amable, que quiere una barbaridad a su madre. Y sobre todo, quiere que ella sea feliz.
- ¿Y si se toma mal la proposición de vivir juntos?- inquirió ella, alzando la mirada, encontrándose con unos ojos miel grandes y rasgados. John fue intentó responder, pero ella continuó exponiendo su frase.- ¡Tienes un hijo! ¡De su edad! ¡De la edad de mi pequeña! Y ambos sabemos que no ha estado en casa durante una temporada... ¿Cómo se lo tomará ella?
John, dulcemente con sus manos, tomó la cara de Samantha, secó unas cuantas lágrimas que comenzaban a emanar de los ojos de la mujer, y beso su frente. Después, habló lo más tierno que le permitía el corazón:
- Mi querida Samantha, te juro que mi hijo no hará nada. Tarde o temprano tendremos que decírselo. Estamos enamorados. No es un delito. Rosemarie lo entenderá a la perfección. Confía en ella y en mí. Hazlo.
Samantha, perdida en el mar de color miel que había en sus ojos asintió.
- Entonces esta noche quedaremos para conocernos en el restaurante de siempre, ¿no?
- Por supuesto.- ambos sonrieron, aliviados. Y Samantha fue a buscar a su hija para prepararla para la cena de esta noche.
- Entonces... - prosiguió Keellan, interrogándola.- ¿Das clases de canto?
- ¡Oh, no!- exclamó ella, negando rápidamente.- Nunca he ido a algo así.
- ¿Y cómo es posible que tengas una voz tan... - ¿hermosa, cautivadora, igual a las sirenas de la Odisea de Homero, o incluso mejor que ellas?- natural? - se limitó a decir, dejando todos los adjetivos que habían acudido a su cabeza... en su mente. Rose se encogió de hombros.
- Siempre me gustó el arte. Desde muy pequeña comencé a cantar las canciones de las películas que veía... y a dibujar paisajes. Era reconfortante.- suspiró.- Tu turno.- animó ella con una sonrisa.
- Yo... A mí no me van ese tipo de cosas.- contestó, pasándose una mano por el cabello, nervioso.
- Pero algo debe haber que te tiene que gustar.- replicó ella.
- Bueno... sí. De pequeño me gustaba que me leyesen cuentos con un final feliz.- sonrió recordando cómo cada noche, su madre iba, se sentaba al borde de la cama, cogía un cuento que había en un pequeño cajón de la mesilla de noche, y se lo leía con esmero y amor. – Y... ahora no tengo muchos hobbies, la verdad. Estuve internado en un centro de menores durante un año. Allí lo único que hacía era ver viejos episodios de Friends que echaban en un canal que ni tan siquiera conocía, y por la noche, el director nos daba una charla sobre las consecuencias que tienen dejar inconsciente a un chaval, y después huir.- ella frunció el ceño.
- Eso no es muy bueno y divertido, que digamos.- murmuró en voz queda. Él se encogió de hombros.
- Ya, bueno, allí tampoco es que nos trataran como príncipes.- repuso incómodo. Ella intentó cambiar de tema ante el tono de voz que Keellan había usado. Se notaba que no quería hablar de eso.
- ¿Y qué cuentos te contaban cuando eras un niño?- pero la respuesta de Keellan fue sustituida por la voz de la señora Grahamm.
- Rosemarie, cielo, tu madre te espera a la puerta. Dice que tiene que hablar contigo sobre algo, y que te des un poco de prisa. Es urgente.
Rose asintió, y, con una sonrisa y un “Nos volveremos a ver” se despidió de Keellan, aún con la respuesta en los labios.
Aquí os traemos el Capitulo 2. Sentimos no haber podido publicar antes, pero Rose se fue a su pueblo y yo estuve la mayor parte del tiempo con mi familia xD Perdonadnos.
Primero quería decir que alargamos un poquito el Concurso de Relatos Cortos de Navidad, por si alguien se animaba a participar. Terminará el 6 de Enero a las 00:00 (Hora española)
Lo segundo que queríamos decir es muchísimas gracias a todas las personas que comentaron en el capítulo anterior, o en cualquier entrada de este blog. =) Además, no nos podemos creer que hayamos llegado a los 108 seguidores. Es un sueño!!!
Y, por último, os deseamos a tod@s, tanto l@s que nos siguen en blogger como l@s que no, un muy Feliz año y 2011!!
Esperemos que os guste el capitulo.
XoXo